Saturday, May 17, 2008

RUMBO A MATUCANA

Eran las 5 y 30 de la mañana, y el gallo no cantaba como de costumbre, ¿Será por el frío que estaba aquejando la ciudad y este se acurrucaba en su nido? O como estaba oscuro, pensó que todavía no amanecía. En las calles todavía estaban prendidas las luces de los faros, el sonar de las llantas se hacía lejano y mi despertador se conjugaba con el silencio de mi casa.

Después de un largo pensar, si el bañarme era la mejor opción para quitarme de una vez el sueño y el cual, hasta ese momento ganaba una lucha propia con mi espíritu viajero, me disponía a calentar el agua en la tetera. Ya habían pasado varios minutos de esa disyuntiva en que me encontraba, y después de optar por la más viable, bañarme, me cambié y coloqué en un lado de mi cómoda todo lo que podría necesitar en el viaje.

6:00 AM
Abrí el cerrojo de la puerta antes de salir para no molestar a mi Mamá, regresé a su cuarto y le di un beso en su frente. Hasta ese momento pensé que seguía durmiendo, pero después que mis labios se estaban alejando de su frente cálida, me dijo “Cuídate mucho y que te vaya bien, no te olvides de llamarme al llegar”. Sorprendido, salí de su cuarto y agarrando mis llaves me enrumbe para tomar el carro que me lleve hacia mi primera parada: recoger a Julio.

7:10 AM
Después de recoger a Julio y de camino hacia el paradero -donde teníamos que tomar el carro, que nos llevaría hasta un tramo de nuestro recorrido- nos encontramos con Jorge y junto con él estuvimos esperando en el cruce de las avenidas Paseo Colón y Garcilazo de la Vega. A esas horas de la mañana el tránsito peatonal era regular, como era sábado, las personas estaban aprovechando para salir de viaje hacia algún lugar cerca de Lima para así olvidarse de los problemas de la semana. Seguíamos esperando a que, por una extraña razón, el carro que nos llevara a Chosica pase vacío, pues de antemano sabíamos que el viaje era largo y estar parado las casi dos horas de trayecto nos “mataría” antes de llegar a Matucana.

Decidimos caminar metros más abajo del paradero, para ganarle a la gente que se aglutinaba en la puerta del bus y que pugnaban por entrar y obtener un sitio para viajar cómodos. Mientras caminábamos, un bus a medio llenar se detuvo en medio de la pista llamando para que las personas suban, como vemos, el criollismo de los choferes de bus de esta zona, prefieren hacer gala de su viveza para conseguir pasajeros aunque arriesguen la vida de su cobrador, el cual se encontraba con medio cuerpo fuera del carro y con el peligro de que algún chofer imprudente se lo lleve en un descuido.

Al subir nos percatamos que sólo había dos sitios vacíos uno lejano del otro, mientras acordábamos quien iba de pie, el bus arrancó enrumbándonos a nuestro primer destino.

7:55 AM
Nos encontrábamos saliendo de Lima camino hacia Chaclacayo, y las personas estaban a medio dormir, la música que escogió el chofer era el ritmo de moda, la cumbia, con sus melodías pegajosas hacían ameno el camino. La emisora escogida: “La nueva Q”. El viaje se ponía medio tedioso pero mientras salíamos de Lima, los edificios, las calles tugurizadas de carros, el sonar del claxon de cada carro, ensordecedor en todo sentido, iban desapareciendo y dando lugar a casas hechas algunas con material de quincha y adobe que se encontraban distantes unas de otras y que a espaldas de ellas las adornaba una parcela de terreno el cual lo utilizaban para cultivo, también había cabeza de ganados, algunos lugareños estaban cosechando la siembra que por meses cuidaron con trabajo y esmero, otros en cambio ya habían cosechado y estaban surcando la tierra para sembrar nuevamente.

La vista era amena, que junto con la música, fueron dos motivos por los que el viaje no se hizo tedioso como en alguna ocasión pensé. Además se podía divisar los rieles de un tren y el río Rímac, que más era un riachuelo, pues parecía que las lluvias en la Sierra se quedaron en el cambio de estación – de verano a otoño-. Mientras seguía el recorrido, las casitas que se vieron desde kilómetros atrás, se combinaban con los clubes de campo, que en esa zona abundaban. Uno después de otro se distanciaban por lo menos de 250 metros, una avenida que lleva hacia Ñaña, nos advertía que nos encontrábamos en Chosica. Esa avenida cruzaba los rieles del tren, aquella acogía a los infaltables ambulantes de la zona, que expendían sus productos a los que pasaban por ahí.

8:30 AM
Los clubes, las casitas de adobe y quincha daban paso a casonas adornadas con frontis hecho de piedra, muy vistosas, jardines grandes en donde se puede ver una variedad de plantas que no había visto antes. La ciudad se asomaba y las personas iban bajando en su paradero, hasta ese momento no nos percatábamos donde íbamos a bajar por seguir deleitándonos con todo lo que había en el camino.

9:40 AM
Llegamos a nuestro primer paradero Km.26 paradero Matucana, al bajar a la vereda, nos estiramos para soltar un poco los huesos que se habían encogido por el camino y por la única posición que estábamos, caminamos unos metros y mientras eso pasaba las personas caminaban sin percatarse de nuestra presencia, les parecíamos familiares como si fuéramos de la zona. Nos detuvimos a preguntar qué carro nos llevaría hacia Matucana y nos dijeron que en ese preciso instante ya había salido uno a esa dirección, y que teníamos que esperar el siguiente que se demoraba entre 15 y 20 minutos en llegar al paradero. Nos pusimos a merodear por ahí, y encontramos un mercado al que entramos en busca de servicios higiénicos, todo el lugar no era menos a lo que podíamos encontrar en Lima.

Después de visitar los servicios del mercado buscamos un sitio para tomar un pequeño desayuno, las personas nos dirigieron hacia un puesto que se jactaba de tener buenas butifarras y emparedados. Al probar, sólo nos quedó reafirmar lo dicho por las personas, además que el costo de cada producto era bajo en comparación a los que vendían en Lima.

9:50 AM
Nos enrumbamos hacia Matucana, el trayecto nos dijeron que era largo pero que al igual que el de Chosica era ameno. Mientras salíamos de la ciudad, nos despedía un grupo de ambulantes que subían al bus para vender sus productos, el camino era muy bueno, en el que se podía encontrar laderas, cerros verdes –estaban llenos de plantaciones, podado como si fuese un jardín empinado- entre otros.

El primer obstáculo para mi era no seducirme por los mareos que podía sufrir al ver el precipicio que nos acompañaba en la parte izquierda, hasta ese momento nadie nos advirtió de ello, subíamos un cerro enorme donde solo había dos carriles y en las que el chofer mismo “Meteoro” sorteaba los carros y camiones para poder adelantarlos por el carril de a lado, pues este estaba vació.

Por momentos parecía que nadie quería regresar de esos lugares, en los que podemos encontrar a San Mateo, Surco, Matucana entre los más cercanos y La Oroya mas lejos. Unas curvas coquetas nos señalaban el camino por aquel precipicio y una vuelta en U que parecía una eternidad. El río nos acompañaba a donde íbamos, ya sea pedregoso o con plantas acuáticas, que más parecía musgo, el cerro que teníamos también al costado nos hizo desviar la mirada hacia su falda en las que acurrucaba los rieles del tren que llevaba minerales de La Oroya hacia Lima y en su trayecto descansaba en la estación de Matucana.


10:30 AM
Otra imagen que nos acompañaba y que más parecía un de javu era un puesto en donde podíamos encontrar una manguera grande que botaba chorro de agua y que formaba un arco con él, en todo el camino se ve eso, en un primer instante me preguntaba para qué estaba abierto el grifo de agua y que hiciera lodo al caer al suelo; kilómetros más adelante mi duda fue resuelta, era para que los camioneros que por ahí pasaban puedan lavar sus camiones o darles de beber por el largo camino de un lugar a otro, el chorro de agua era como la publicidad para llamar la atención de sus clientes.

Mientras íbamos camino hacia Matucana unos letreros llamaron mi atención, eran de color verde con letras blancas y que se posaban en dos bloques de cemento, en el cartel rezaba “Hasta aquí estamos a 1000 m.s.n.m.” y mientras seguía el recorrido el dichoso cartelito nos advertía lo que estábamos subiendo a razón del nivel del mar. En nuestra parada había llegado a los 2300 m.s.n.m. a las personas asmáticas como yo, este cartel nos podía causar un susto pues al ignorar nuestra geografía hasta ese momento, podíamos aquejar algún mal, pero les puedo asegurar que el aire que respirábamos era puro, siempre escuche decir que el aire de la Sierra era puro y conjugado con el clima seco es beneficioso para nosotros, y déjenme decirles que estaba respirando aire acondicionado pues estaba frío pero no me sentía ninguna molestia al contrario para mi persona estaba bien, esto no quiere decir que si algún asmático quiera ir, primero debe chequearse con su médico antes.

11:35 AM
Al entrar a la cuidad, nos dieron una afectuosa bienvenida varios trenes y la estación de éstos; y en esos precisos instantes llegaba de Lima uno de ellos para respectivo descanso en esa estación, ya que después de medio día de camino hasta llegar ahí, tiene que pasar a llenar sus vagones en la mina de La Oroya

Matucana un lugar por conocer. Después de conversar con los lugareños nos dijeron que los lugares más bonitos y turísticos que podía acoger la zona era la cascada Ankantallu y las lagunas que en los cerros se formaba, pero que para lo último teníamos que tener carro para poder ingresar puesto que estaba lejos de la ciudad y en cambio la cascada se llegaba a pie con una o media hora de camino, depende el caminar y el físico que puedan tener, el lugar prometía un buena estadía, la plaza central tenia a su alrededor una Parroquia añeja, a un costado estaba el Municipio, que los sábados, como ese día, no atendía.

Antes de que se nos vaya el día, decidimos ir rumbo hacia la cascada, pues era una hora de ida y de regreso, tomamos un taximoto que nos llevaría hacia un trecho para comenzar nuestra caminata, al llegar a “El Establo” hasta ahí se podía llegar, el resto era caminata cuesta arriba por una montaña, antes de llegar a ella pasamos por el riachuelo que provenía de la cascada, el cual fue formado por su caída el río dividía el inicio de la montaña con el camino que nos lleva a la cuidad, en el camino encontramos una gran variedad de especies tanto animal como vegetal, unos insectos era común ver, escarabajos, como sabemos estos pequeños animalitos hacen una bola con el excremento de las vacas y lo llevan rodando hacia su guarida.

Empotrado en un cerrito encontramos una cruz de color verde, en ella tenia el rostro de Jesús con una corona de espinas, después de encomendarnos a él, cruzamos el puente hacia la montaña que nos llevará hacia el Ankantallu, de antemano sabíamos que la caminata nos iba a cansar y que debíamos guardar aire para llegar a lo alto.

Al llegar nos encontramos con una cascada majestuosa, muchas personas llegaban de muchos lugares especialmente para verla, ahí encontramos al guía que nos explico la historia, el cual omitiremos para que ustedes vayan y sepan la historia.

Después de bajar de la montaña nos quedamos a comer en un restaurante en el que según el mototaxista que nos lo recomendó, se vendía platos variados: los infaltables de Lima, como Lomo Saltado, Pallares, Cau Cau, etc. pero si vamos a ir a Matucana no se olviden de pedir Trucha frita, o cuy a la plancha y si quieren algo más conejo frito, aderezado con especias de la zona y ensalzado con el cariño que ellos pueden darle a sus comidas.



2:00 PM
De regreso a Lima, nos quedamos con la imagen del Ankantallu, de la ciudad, de sus parajes, del aire puro acondicionado de sus más de 2300 m.s.n.m y sobre todo con ganas de regresar pero esta vez para quedarnos más tiempo y disfrutar al máximo.

En el camino nos quedamos soñando con ese lugar, aunque la caminata fue larga y nosotros no teníamos físico de montañistas.

Gerardo Rodríguez Cárdenas

No comments: