Wednesday, June 18, 2008

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Friday, June 13, 2008

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Sunday, June 8, 2008

Para que te rechinen los dientes: Buffet criollo



Continuando con nuestro recorrido gastronómico, Caleteando al Perú les brinda hoy una aproximación con la comida criolla, una de las más disfrutadas en el mundo. Para esto el restaurante Revolución Caliente, ubicado en Miraflores, nos abrió sus puertas y nos mostró la exquisita realidad de la comida criolla.

Pero para tener un mayor acercamiento con el tema es válido precisar que la comida criolla es el resultado de una mezcla de sabores y culturas que dieron origen a diversas preparaciones con singulares platos que fueron evolucionando a través de generaciones y que hoy están presentes en la mesa de todos los peruanos.

Antes de la llegada de los españoles, la papa y el maíz eran la base de sopas, guisos y diferentes comidas y bebidas como "la chicha" (cerveza andina). Después de la conquista con Pizarro a la cabeza se introdujo a esta parte de América nuevas especies de animales, frutas y plantas. Esta fusión de la cocina inca con la española dio luz a la comida criolla.

También no podemos dejar de lado los aportes de los inmigrantes chinos (colíes) y de los esclavos africanos que cocinaban en las cocinas del Virreinato. Es a ellos a quienes se les da crédito de la creación del delicioso anticucho (pedazos de corazón de res marinados en salsas picantes).

Manuel Espinoza Perea

Tuesday, May 27, 2008

La cocina Novoandina



Bienvenidos sean nuevamente a este pequeño espacio que busca fomentar destinos poco ortodoxos. En esta oportunidad les presentamos un destino gastronómico que está en auge pero que aún no despierta el interés pertinente en las escuelas gastronómicas del Perú, habiendo sólo cuatro que se enfocan en la explotación de este subgénero de la gastronomía peruana.

Y para darles una pequeña introducción al tema, es preciso decir que la cocina Novoandina es la cocina que trata de experimentar con productos de la serranía y el extranjero, y de encontrar formas de convertirlos en algo más sofisticado.

Esta nueva escuela se concibe así misma como un taller de innovación. Sus promotores, Bernardo Roca Rey y Luis la Rosa, sostienen que la cocina en el Perú, antes que aferrarse simplemente a las recetas tradicionales, debe recuperar productos autóctonos y estilos culinarios propios combinándolos con el uso de técnicas modernas y formas de presentación más sofisticadas.

Mentada propuesta se expresa, por ejemplo, en platos a base de quinua u olluco, salsas de mamey o maracuyá y en el uso de hierbas aromatizantes andinas. Uno de sus potajes representativos, a modo de ejemplo, es el reventón ayacuchano, réplica de la pachamanca, en la cual se cocinan en olla de barro diversidad de carnes y legumbres de la sierra, acompañadas de salsas originales peruanas.

Manuel Espinoza Perea

Saturday, May 17, 2008

Fotos Caleta


Matucana: Maravillosos paisajes

Matucana es la capital de la provincia de Huarochirí, un bello pueblo ubicado en el valle del río Rímac, a 2389 msnm. Cuenta con espectaculares paisajes, pues la vegetación y la altitud de sus montañas así lo demuestran en cada paso que da el visitante.
La mayor atracción de Matucana es la catarata de Antankallo, donde uno, además, puede disfrutar de un refrescante baño en la base de la cascada.
Las actividades a las que se dedican sus pobladores, son basicamente la ganadería y la agricultura. Cabe mencionar también, que en este pueblo se encuentra una estación de trenes que se dirigen desde La Oroya hasta Lima, cargando una distinta variedad de minerales.

RUMBO A MATUCANA

Eran las 5 y 30 de la mañana, y el gallo no cantaba como de costumbre, ¿Será por el frío que estaba aquejando la ciudad y este se acurrucaba en su nido? O como estaba oscuro, pensó que todavía no amanecía. En las calles todavía estaban prendidas las luces de los faros, el sonar de las llantas se hacía lejano y mi despertador se conjugaba con el silencio de mi casa.

Después de un largo pensar, si el bañarme era la mejor opción para quitarme de una vez el sueño y el cual, hasta ese momento ganaba una lucha propia con mi espíritu viajero, me disponía a calentar el agua en la tetera. Ya habían pasado varios minutos de esa disyuntiva en que me encontraba, y después de optar por la más viable, bañarme, me cambié y coloqué en un lado de mi cómoda todo lo que podría necesitar en el viaje.

6:00 AM
Abrí el cerrojo de la puerta antes de salir para no molestar a mi Mamá, regresé a su cuarto y le di un beso en su frente. Hasta ese momento pensé que seguía durmiendo, pero después que mis labios se estaban alejando de su frente cálida, me dijo “Cuídate mucho y que te vaya bien, no te olvides de llamarme al llegar”. Sorprendido, salí de su cuarto y agarrando mis llaves me enrumbe para tomar el carro que me lleve hacia mi primera parada: recoger a Julio.

7:10 AM
Después de recoger a Julio y de camino hacia el paradero -donde teníamos que tomar el carro, que nos llevaría hasta un tramo de nuestro recorrido- nos encontramos con Jorge y junto con él estuvimos esperando en el cruce de las avenidas Paseo Colón y Garcilazo de la Vega. A esas horas de la mañana el tránsito peatonal era regular, como era sábado, las personas estaban aprovechando para salir de viaje hacia algún lugar cerca de Lima para así olvidarse de los problemas de la semana. Seguíamos esperando a que, por una extraña razón, el carro que nos llevara a Chosica pase vacío, pues de antemano sabíamos que el viaje era largo y estar parado las casi dos horas de trayecto nos “mataría” antes de llegar a Matucana.

Decidimos caminar metros más abajo del paradero, para ganarle a la gente que se aglutinaba en la puerta del bus y que pugnaban por entrar y obtener un sitio para viajar cómodos. Mientras caminábamos, un bus a medio llenar se detuvo en medio de la pista llamando para que las personas suban, como vemos, el criollismo de los choferes de bus de esta zona, prefieren hacer gala de su viveza para conseguir pasajeros aunque arriesguen la vida de su cobrador, el cual se encontraba con medio cuerpo fuera del carro y con el peligro de que algún chofer imprudente se lo lleve en un descuido.

Al subir nos percatamos que sólo había dos sitios vacíos uno lejano del otro, mientras acordábamos quien iba de pie, el bus arrancó enrumbándonos a nuestro primer destino.

7:55 AM
Nos encontrábamos saliendo de Lima camino hacia Chaclacayo, y las personas estaban a medio dormir, la música que escogió el chofer era el ritmo de moda, la cumbia, con sus melodías pegajosas hacían ameno el camino. La emisora escogida: “La nueva Q”. El viaje se ponía medio tedioso pero mientras salíamos de Lima, los edificios, las calles tugurizadas de carros, el sonar del claxon de cada carro, ensordecedor en todo sentido, iban desapareciendo y dando lugar a casas hechas algunas con material de quincha y adobe que se encontraban distantes unas de otras y que a espaldas de ellas las adornaba una parcela de terreno el cual lo utilizaban para cultivo, también había cabeza de ganados, algunos lugareños estaban cosechando la siembra que por meses cuidaron con trabajo y esmero, otros en cambio ya habían cosechado y estaban surcando la tierra para sembrar nuevamente.

La vista era amena, que junto con la música, fueron dos motivos por los que el viaje no se hizo tedioso como en alguna ocasión pensé. Además se podía divisar los rieles de un tren y el río Rímac, que más era un riachuelo, pues parecía que las lluvias en la Sierra se quedaron en el cambio de estación – de verano a otoño-. Mientras seguía el recorrido, las casitas que se vieron desde kilómetros atrás, se combinaban con los clubes de campo, que en esa zona abundaban. Uno después de otro se distanciaban por lo menos de 250 metros, una avenida que lleva hacia Ñaña, nos advertía que nos encontrábamos en Chosica. Esa avenida cruzaba los rieles del tren, aquella acogía a los infaltables ambulantes de la zona, que expendían sus productos a los que pasaban por ahí.

8:30 AM
Los clubes, las casitas de adobe y quincha daban paso a casonas adornadas con frontis hecho de piedra, muy vistosas, jardines grandes en donde se puede ver una variedad de plantas que no había visto antes. La ciudad se asomaba y las personas iban bajando en su paradero, hasta ese momento no nos percatábamos donde íbamos a bajar por seguir deleitándonos con todo lo que había en el camino.

9:40 AM
Llegamos a nuestro primer paradero Km.26 paradero Matucana, al bajar a la vereda, nos estiramos para soltar un poco los huesos que se habían encogido por el camino y por la única posición que estábamos, caminamos unos metros y mientras eso pasaba las personas caminaban sin percatarse de nuestra presencia, les parecíamos familiares como si fuéramos de la zona. Nos detuvimos a preguntar qué carro nos llevaría hacia Matucana y nos dijeron que en ese preciso instante ya había salido uno a esa dirección, y que teníamos que esperar el siguiente que se demoraba entre 15 y 20 minutos en llegar al paradero. Nos pusimos a merodear por ahí, y encontramos un mercado al que entramos en busca de servicios higiénicos, todo el lugar no era menos a lo que podíamos encontrar en Lima.

Después de visitar los servicios del mercado buscamos un sitio para tomar un pequeño desayuno, las personas nos dirigieron hacia un puesto que se jactaba de tener buenas butifarras y emparedados. Al probar, sólo nos quedó reafirmar lo dicho por las personas, además que el costo de cada producto era bajo en comparación a los que vendían en Lima.

9:50 AM
Nos enrumbamos hacia Matucana, el trayecto nos dijeron que era largo pero que al igual que el de Chosica era ameno. Mientras salíamos de la ciudad, nos despedía un grupo de ambulantes que subían al bus para vender sus productos, el camino era muy bueno, en el que se podía encontrar laderas, cerros verdes –estaban llenos de plantaciones, podado como si fuese un jardín empinado- entre otros.

El primer obstáculo para mi era no seducirme por los mareos que podía sufrir al ver el precipicio que nos acompañaba en la parte izquierda, hasta ese momento nadie nos advirtió de ello, subíamos un cerro enorme donde solo había dos carriles y en las que el chofer mismo “Meteoro” sorteaba los carros y camiones para poder adelantarlos por el carril de a lado, pues este estaba vació.

Por momentos parecía que nadie quería regresar de esos lugares, en los que podemos encontrar a San Mateo, Surco, Matucana entre los más cercanos y La Oroya mas lejos. Unas curvas coquetas nos señalaban el camino por aquel precipicio y una vuelta en U que parecía una eternidad. El río nos acompañaba a donde íbamos, ya sea pedregoso o con plantas acuáticas, que más parecía musgo, el cerro que teníamos también al costado nos hizo desviar la mirada hacia su falda en las que acurrucaba los rieles del tren que llevaba minerales de La Oroya hacia Lima y en su trayecto descansaba en la estación de Matucana.


10:30 AM
Otra imagen que nos acompañaba y que más parecía un de javu era un puesto en donde podíamos encontrar una manguera grande que botaba chorro de agua y que formaba un arco con él, en todo el camino se ve eso, en un primer instante me preguntaba para qué estaba abierto el grifo de agua y que hiciera lodo al caer al suelo; kilómetros más adelante mi duda fue resuelta, era para que los camioneros que por ahí pasaban puedan lavar sus camiones o darles de beber por el largo camino de un lugar a otro, el chorro de agua era como la publicidad para llamar la atención de sus clientes.

Mientras íbamos camino hacia Matucana unos letreros llamaron mi atención, eran de color verde con letras blancas y que se posaban en dos bloques de cemento, en el cartel rezaba “Hasta aquí estamos a 1000 m.s.n.m.” y mientras seguía el recorrido el dichoso cartelito nos advertía lo que estábamos subiendo a razón del nivel del mar. En nuestra parada había llegado a los 2300 m.s.n.m. a las personas asmáticas como yo, este cartel nos podía causar un susto pues al ignorar nuestra geografía hasta ese momento, podíamos aquejar algún mal, pero les puedo asegurar que el aire que respirábamos era puro, siempre escuche decir que el aire de la Sierra era puro y conjugado con el clima seco es beneficioso para nosotros, y déjenme decirles que estaba respirando aire acondicionado pues estaba frío pero no me sentía ninguna molestia al contrario para mi persona estaba bien, esto no quiere decir que si algún asmático quiera ir, primero debe chequearse con su médico antes.

11:35 AM
Al entrar a la cuidad, nos dieron una afectuosa bienvenida varios trenes y la estación de éstos; y en esos precisos instantes llegaba de Lima uno de ellos para respectivo descanso en esa estación, ya que después de medio día de camino hasta llegar ahí, tiene que pasar a llenar sus vagones en la mina de La Oroya

Matucana un lugar por conocer. Después de conversar con los lugareños nos dijeron que los lugares más bonitos y turísticos que podía acoger la zona era la cascada Ankantallu y las lagunas que en los cerros se formaba, pero que para lo último teníamos que tener carro para poder ingresar puesto que estaba lejos de la ciudad y en cambio la cascada se llegaba a pie con una o media hora de camino, depende el caminar y el físico que puedan tener, el lugar prometía un buena estadía, la plaza central tenia a su alrededor una Parroquia añeja, a un costado estaba el Municipio, que los sábados, como ese día, no atendía.

Antes de que se nos vaya el día, decidimos ir rumbo hacia la cascada, pues era una hora de ida y de regreso, tomamos un taximoto que nos llevaría hacia un trecho para comenzar nuestra caminata, al llegar a “El Establo” hasta ahí se podía llegar, el resto era caminata cuesta arriba por una montaña, antes de llegar a ella pasamos por el riachuelo que provenía de la cascada, el cual fue formado por su caída el río dividía el inicio de la montaña con el camino que nos lleva a la cuidad, en el camino encontramos una gran variedad de especies tanto animal como vegetal, unos insectos era común ver, escarabajos, como sabemos estos pequeños animalitos hacen una bola con el excremento de las vacas y lo llevan rodando hacia su guarida.

Empotrado en un cerrito encontramos una cruz de color verde, en ella tenia el rostro de Jesús con una corona de espinas, después de encomendarnos a él, cruzamos el puente hacia la montaña que nos llevará hacia el Ankantallu, de antemano sabíamos que la caminata nos iba a cansar y que debíamos guardar aire para llegar a lo alto.

Al llegar nos encontramos con una cascada majestuosa, muchas personas llegaban de muchos lugares especialmente para verla, ahí encontramos al guía que nos explico la historia, el cual omitiremos para que ustedes vayan y sepan la historia.

Después de bajar de la montaña nos quedamos a comer en un restaurante en el que según el mototaxista que nos lo recomendó, se vendía platos variados: los infaltables de Lima, como Lomo Saltado, Pallares, Cau Cau, etc. pero si vamos a ir a Matucana no se olviden de pedir Trucha frita, o cuy a la plancha y si quieren algo más conejo frito, aderezado con especias de la zona y ensalzado con el cariño que ellos pueden darle a sus comidas.



2:00 PM
De regreso a Lima, nos quedamos con la imagen del Ankantallu, de la ciudad, de sus parajes, del aire puro acondicionado de sus más de 2300 m.s.n.m y sobre todo con ganas de regresar pero esta vez para quedarnos más tiempo y disfrutar al máximo.

En el camino nos quedamos soñando con ese lugar, aunque la caminata fue larga y nosotros no teníamos físico de montañistas.

Gerardo Rodríguez Cárdenas

Caral, la ciudad perdida

La Ciudadela Histórica de Caral, con más de 5000 mil años de antigüedad, contiene un legado importante de la historia de los pobladores del antiguo Perú. Sus galerías y estructuras nos dan una idea de cómo se organizó esta ciudad y cómo fue desarrollandose a través del tiempo.

El viaje que emprendíamos prometía muchas sorpresas. Llegamos a la estación de buses con la expectativa de conocer una de los más importantes descubrimientos arqueológicos. Teníamos que enrumbarnos hacia el kilómetro 158 de la carretera panamericana sur. Eran las 9 de la mañana y el bus empezó su recorrido.

El camino fue largo, eran casi tres horas las que teníamos que recorrer, no obstante el tiempo paso rápido ya que las ganas por conocer Caral y su historia se apoderaban de nosotros. Algunos de nosotros no conocíamos esta ruta, así que para los nuevos el camino fue especial.

Al llegar al pueblo de Supe todos estábamos ansiosos por embarcarnos en el colectivo que nos llevaría hacia las ruinas. Mientras esperábamos dos de nosotros se deleitaban con un rico ceviche al paso, el cual estuvo delicioso. El carro se hizo esperar bastante tiempo, unos 50 minutos, hasta que por fin llegó el transporte. El carro Salió del pueblo de Supe y tomó rumbo a la derecha de la carretera, adentrándose a una vegetación características de los valles costeños.

Como éramos demasiados dos de nosotros tuvimos que viajar en la maletera de la stationwagon. Esto no disminuyó nuestras ganas de llegar a nuestro destino. El camino es rural por lo que disfrutamos de un paisaje natural. Atrás quedaron los grandes edificios y ruido de la capital. Se abrieron paso las grandes cosechas de maíz y algunos animales, como vacas, ovejas y caballos.

Llegamos al inicio del camino. Unas vendedoras de bebidas y de la característica papita con huevo nos dan la bienvenida y nos advierten que llevemos agua ya que para los que no estén acostumbrados en caminar podrían resultarles cansados. Esto no menguo nuestras ganas de conocer el lugar.

El camino empezó con un pequeño río el cual teníamos que cruzar a través de un improvisado puente de madera. Seguimos una larga trocha, para metros más allá, encontrarnos en un desierto. El camino resultaba fatigante, pero emocionante a la vez, ansiábamos ver que nos esperaba a final de la ruta.

A lo lejos se asomaba unos pequeños módulos donde aguardaban el grupo de guías. Necesariamente hicimos una pequeña parada, ya que teníamos que esperar a agruparnos con más gente para costear los veinte soles del guiado. Se acopló a nosotros una pareja de novios. Cabe mencionar que no se puede ingresar al conjunto de restos arqueológicos sin un guía.

Un gran letrero de bienvenidos nos recibe metros más allá. El guía nos comenta que cada lugar dentro de la ciudad histórica cumplía una función específica. Además agrega que en este lugar se concentraban varios asentamientos humanos, siendo Caral la ciudad más extensa y compleja de la época, cuidadosamente planificada.

Al seguir caminando observamos las sorprendentes construcciones piramidales que se encuentran alrededor. Lo inimaginable nos esperaba a la mitad del recorrido, un anfiteatro de grandes proporciones con algunos petroglifos encontrados por los arqueólogos. Se dice que estos petroglifos eran usados con fines astrales es decir para la medición del tiempo. Sin lugar a dudas estábamos teniendo una visita enriquecedora.

En este lugar se hallaron objetos de todo tipo, como quipus, instrumentos musicales y diversos utensilios de su vida cotidiana, demostrando las diversas actividades que nuestros antepasados realizaron.

El recorrido casi termina. Nos quedaba algunos minutos para observar, con qué exactitud, los antiguos pobladores construyeron la ciudad. Nos imaginamos la vida diaria que tuvieron y a qué se dedicaron la mayor parte del tiempo.

Caral es una de las ciudades con muchos secretos por descubrir aún. Emprendemos el viaje de regreso con todas las historias sobre esta ciudadela en nuestra mente, queriendo regresar una vez mas para conocer los secretos mejor guardados que aun no han sido develados.

Pamela Soria Ochoa